sábado, 10 de abril de 2010

SME y UNAM rumbo a un nuevo tipo de política

En el actual contexto político del país, la posible participación de la UNAM como fuerza social en la defensa de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, será posible en la medida en que se realice un análisis “complejo” de la configuración intersubjetiva de lo político en la comunidad universitaria, partiendo de la necesidad de no subordinarlo a un solo campo del pensamiento, y así poder generar una autocrítica constructiva de los colectivos, organizaciones e individuos que son activos políticamente.

Cabe precisar algunos conceptos que enuncian el propósito de este artículo, empezando por señalar que por “análisis complejo” se entiende que intentará encontrar relaciones sin pretender abarcar la totalidad de información al respecto, pero partiendo de la necesidad de ir más allá. Por “configuración intersubjetiva”, se entiende que pretende abarcar los principales aspectos que nos “llaman” y que son manifestaciones expresadas públicamente en asambleas, o en lo privado de una conversación, etc; es decir, el “imaginario político universitario”.

Hay que decir que la política de las altas esferas que monopolizan el conocimiento y las decisiones en el nombramiento de cargos dentro de la UNAM, no representa un motor genuino que movilice muchas voluntades. Por su parte, los sindicatos académicos y laborales se ven sometidos, en su mayoría, a decisiones tomadas por líderes sin su aprobación o consentimiento y en muchos casos, contra los intereses de la base; sin embargo, no hay que descalificar la participación activa de muchos miembros de esta última, tanto de trabajadores como de académicos, en la construcción de un movimiento; al contrario, este hecho es un factor que nos muestra el surgimiento de un movimiento social. Por otro lado, el movimiento estudiantil en la UNAM es estratégico tanto en lo inmediato, en lo mediato y a largo plazo. En lo inmediato, por la presencia y la acción en las manifestaciones, de miles de jóvenes, así como en la discusión, brigadeo y toma de decisiones; posteriormente en lo mediato, por el enlace con distintos sectores a través de los estudiantes; y por último, por la generación de teoría emanada de la praxis y la “maduración política” de los activistas.

Lo primero es hablar de la historia reciente de los movimientos estudiantiles de la UNAM. pricipalmente desde la huelga de 1999-2000 hasta la fecha; en lo general podemos decir que el movimiento que representó el Consejo General de Huelga (CGH), quien manteniendo una clara distancia con los partidos políticos, en contraste con la simpatía y respeto que se mantuvo hacia el EZLN, se caracterizó por instituirse bajo principios democrático-horizontales, aglutinanado diversos sectores y organizaciones con el apoyo de la población.

Las asambleas estaban abiertas al diálogo a pesar de que existieran opiniones encontradas y los grupos políticos podían participar aún si tenían o no nexos con el PRD; la participación de los estudiantes, antes de la huelga, con el trabajo de los cubos y colectivos, no era amplia, pero existía cierta simpatía mezclada con indiferencia, por otro lado los cineclubs, conferencias, conciertos, talleres, exposiciones, círculos de estudio, etc, eran parte de las actividades con las que estos espacios se vinculan con la comunidad, hay que puntualizar que si bien existían diversas opiniones, en su mayoría se apoyaba el uso político de espacios independientes. Tampoco hay que ser ciegos, pues hay que reconocer que no todos los colectivos y cubos trabajaban en esta vinculación con la comunidad estudiantil, sin embargo, en su mayoría, los cubos, año con año eran nutridos por nuevas generaciones y algunas otros se iban manteniendo con una dinámica de constante renovación.

En lo contextual, permeando el ambiente, estaba el zapatismo por un lado y por el otro, la corriente “universitaria” del CEU, aliada con los cardenistas que recientemente habían obtenido su mayor triunfo con la gobernatura de la capital en 1997 (Cárdenas y esta corriente pagaron el costo político de las decisiones de Rosario Robles de reprimir al movimiento estudiantil en diversas ocaciones). El movimiento estudiantil se encontró dentro de un contexto político de 2 posiciones nacionales de izquierda que se encontraban en un proceso de ruptura debido a los Acuerdos de San Andrés. Por otro lado al interior de la UNAM, las corrientes políticas como EN LUCHA, CEM, POS, FLEJAM y otros colectivos en estrategia hicieron una alianza para contrarrestar la hegemonía que conservaban los grupos afines al PRD en la universidad; dicha alianza, el BUI (Bloque Universitario de Izquierda), logró contrarrestar la influencia del CEU y en muchos de los casos, la expulsión de algunos de sus miembros; esta pugna interna sumada a la desición de los diputados y senadores del PRD de ir en contra de la desición de las bases zapatistas en 1997, derivó en la ruptura total con el perredismo, quien protaginizó varias represiones contra los huelguistas, sellando cualquier posibilidad de reconciliación.

Hasta este punto podemos decir que en lo político este fue el contexto que permeó la constitución del CGH. Sin embargo, hay que señalar que esta táctica política, encabezada por la llamada “ultra”, (que posteriormente se disputó la hegemonía entre sí —“ultras” vs “mega-ultras”— rompiendo la alianza del BUI), no estaba preparada para el comienzo, a gran escala, de la represión. En cierto sentido se pensó que en vísperas de elecciones presidenciales el PRI no se arriesgaría a reprimir un movimiento estudiantil, debido al antecedente de 1968 y la mala imagen que este hecho representaría. En ese sentido el cálculo político falló. El PRI arriesgándolo todo manda a la recientemente formada e inconstitucional PFP a CU, el 6 de febrero del 2000 a recuperar ilegítimamente las instalaciones de la universidad, arrestando a más de mil huelguistas; acto que a pesar de tener un saldo blanco, no contribuyó a la popularidad del PRI ni del PRD, sino del PAN como un actor político “neutro” y “populista”.

La ruptura drástica de la huelga dejó sin instalaciones universitarias, con presos y con un desprestigio de los miembros del CGH, al interior de la universidad; la fuerte campaña de condena, desprestigio y juicio moral que implementaron los monopolios de la comunicación surtió efecto, dejando a las tendencias políticas aisladas y estereotipadas. La respuesta vertida por las distintas organizaciones que aún quedaban fue la de implementar paros, cierres de direcciones y sabotaje de elecciones, cosa que contribuyó al distanciamiento entre los estudiantes y profesores con lo que quedaba del movimiento estudiantil. Aún así, muchos grupos, lejos de entender la problemática decidieron “radicalizar” la protesta e implementaron tácticas de reto hacia las autoridades y sacaron del diálogo al estudiante común que no reunia los elementos para considerarse con una opinión crítica, por salirse del conflicto y asumir una postura apática, indiferente o de rechazo, ya sea hacia los cubículos estudiantiles o hacia las autoridades.

Hay que recordar que los principios y máximas bajo los cuales se intentó la organización estudiantil en asambleas, son reminiscencias de lo acontecido durante la última década. Por ejemplo: el argumento por el cual muchos miembros del CEU fueron expulsados de la huelga, es el no haber participado en alguna actividad de difusión o logística, aunque en el fondo fueron las diferencias políticas las que motivaron estas expulsiones (ahora bien, no todas las expulsiones se basaron en este argumento hubo casos particulares justificables como son el declarar públicamente posiciones no acordadas). En consecuencia, la base estudiantil del CGH se fue definiendo por estas prácticas de posiciones duras y radicales que si las vemos desde una perspectiva realista, no tienen mucho futuro, por el contrario, parecen sumergidas en un solipsismo que retoma el trabajómetro, el antagonismo y el purismo como formas únicas y auténticas de hacer política.

El antagonismo basado en premisas tales como “si la autoridad está en contra del pueblo y yo estoy en contra de la autoridad, entonces yo soy el pueblo” y “si tú no estásde mi lado entonces estás de lado de la autoridad”, lo que deriva en el fetichismo: “los cubículos estudiantiles son del pueblo, si yo estoy en un cubículo estudiantil, entonces soy del pueblo”. El purismo sería entonces una conjunción entre el trabajométro, el antagonismo y el anti-partidismo que según se ha expresado es también un anti-acuerdo con la autoridad. Esta configuración de argumentos manejados por distintos colectivos y corrientes universitarias son producto de la marginación mediática que ha ido construyendo el sector conservador empresarial y político, porque le conviene mantenerlo así.

Estás formas de hacer política, son en otros casos, malas interpretacinones del neozapatismo que en la última declaración (sexta), se ha manifestado en frontal oposición al movimiento lopezobradorista. Oposición que ha llevado a muchos miembros de la otra campaña a depurar los movimientos o espacios políticos y sin embargo, existe un pequeño problema, la sexta declaración y la otra campaña tuvieron como contexto, la resistencia ante un gobierno de López Obrador en continuidad con el liberalismo y actualmente no existe una presidencia de López Obrador (aunque éste afirme lo contrario) por lo que resulta infértil construir a partir de ahí.

Pasando al contexto actual podemos decir que la disputa de la izquierda y el debate en torno a la verdadera izquierda o la izquierda revolucionaria genera una dicotomía política entre ambas tácticas y estrategias; por un lado tenemos a AMLO con una estrategia electoral a través de alianzas con expriístas, con una propuesta política asistencialista y una táctica ineficaz contra la derecha caprichosa y soberbia; por otro lado tenemos a un EZLN aglutinado en “la otra campaña”, con una estrategia de resistencia, sin aparentemente querer tomar el poder, aliado con pequeños grupos y organizaciones locales y con una táctica de acción directa que en la mayoría de los casos ha resultado en represión y encarcelamiento de varios de sus miembros. Este contexto repercute en la universidad y en el movimiento del SME, por un lado, favoreciendo el solipsismo ya antes planteado y por otro, obligando al SME a tomar la desición de con quién formar alianza.

Caracterizando el movimiento obrero del SME podemos afirmar que a pesar de tener una campaña mediática en su contra, en un principio gozó de amplia solidaridad y encabezó una movilización muy nutrida, también podemos decir que lo constituye una base disciplinada y en parte consciente; sin embargo, igual que todos los movimientos locales o sectoriales de izquierda están sumergidos en la dicotomía anteriormente expuesta, lo que los obliga o bien a ser disueltos en la estructura de AMLO o a ser reprimidos en las tácticas de “la otra campaña”.

Para concluir podemos decir que las condiciones contextuales obligan a los movimientos locales o sectoriales a pactar alianzas con otros movimientos políticos, que a su vez están trabados por conflictos entre ellos o con tácticas y estrategias ya previstas por el gobierno federal; sin embargo, puede ser que el cambio de las tácticas y estrategias, por otras más creativas y más efectivas, sea el aporte universitario más importante del movimiento. Construyendo nuevos referentes políticos desde la imaginación, la ciencia y la educación crítica de los estudiantes es como se puede contribuir mejor, incorporándose como motor genuino de transformación; y esto sólo es posible con una plena reconciliación de los espacios estudiantiles con la demás comunidad, dialogando y respetando las diferencias espontáneas, a través de espacios de comunicación locales, físicos o virtuales, que recuperen el vínculo de los colectivos con la comunidad.

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